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MILITARIZACIÓN DEL  ATLÁNTICO SUR:  Preocupación sobre la Antártida en la ONU por el derretimiento del hielo y alteración  los ecosistemas y el hábitat de las especies marinas .-

23 DE NOVIEMBRE DE 2025.- La creciente militarización de la región y el cambio climático en la Antártida generan preocupación porque la militarización, en el contexto de tensiones geopolíticas, podría amenazar el acuerdo que promueve la paz y la investigación científica. A su vez, el cambio climático, causado por las emisiones de gases de efecto invernadero, provoca el derretimiento del hielo, altera los ecosistemas y el hábitat de las especies marinas y terrestres, además de afectar el clima global.

Los destructores lanzamisiles clase Arleigh Burke USS Bainbridge (DDG 96) (al frente), USS Forrest Sherman (DDG 98) (en el centro) y USS Roosevelt (DDG 80), navegan por el Océano Atlántico en formación detrás del USS Mahan (DDG 72) durante un ejercicio de tránsito por estrechos el 20 de marzo de 2025. (Fotografía de la Armada de los EE. UU. por la Especialista en Comunicación Masiva de 2ª Clase Najwa Ziadi).-

El interés geoestratégico actual por la Antartida responde a una serie de transformaciones derivadas del cambio climático. El aumento de las temperaturas está acelerando el deshielo y reduciendo la banquisa, lo que hace la región más accesible. Esta nueva realidad permite no solo la apertura de rutas comerciales que antes eran intransitables, sino también la creación de otras nuevas. Al mismo tiempo, la Antártida  se consolida como un espacio de crecientes oportunidades económicas, tanto por la explotación de recursos naturales, como minerales estratégicos, gas y petróleo aún no extraídos. Estas condiciones han intensificado el interés estratégico de los estados ántarticos  y de otros actores internacionales.-

Todo ello contribuye a reactivar las tensiones geopolíticas en la región, donde los intereses económicos, energéticos y estratégicos de los distintos actores convergen y, en muchos casos, compiten.

Un análisis estratégico del Center for Maritime Strategy ha reavivado una propuesta controvertida: establecer una presencia permanente de buques de guerra de la Armada de Estados Unidos en las Islas Malvinas. El objetivo sería doble: disuadir posibles acciones militares en la región y reforzar la capacidad de respuesta ante crisis globales en zonas como el Mar Rojo o el Golfo Pérsico. La hipótesis, desarrollada por el analista Michael D. Purzycki en un artículo publicado, advierte que el Atlántico Sur, históricamente relegado por la estrategia de defensa estadounidense, podría convertirse en un nuevo foco de tensiones geopolíticas.

Aunque el Atlántico Norte concentra gran parte de la atención militar occidental, por la amenaza rusa en Europa del Este, el Atlántico Sur reúne condiciones que lo convierten en un posible escenario de enfrentamientos. Argentina, Brasil, China, Rusia, Sudáfrica y el Reino Unido interactúan en un entramado de intereses que incluye disputas territoriales, relaciones militares bilaterales, y una creciente presencia china en infraestructura marítima. La última gran confrontación militar en la región fue la Guerra de Malvinas de 1982. m

“El presidente Javier Milei, aunque ha utilizado un lenguaje conciliador sobre el tema, espera que las islas algún día se conviertan en parte de Argentina, como lo han hecho todos sus predecesores, electos y no electos”, señala el análisis.

Más allá de las posturas individuales, el estudio sugiere que cualquier gobierno argentino, sin importar su ideología o filiación partidaria, podría verse tentado a reactivar el reclamo por vía militar si se encuentra en una situación de extrema fragilidad interna.

En este contexto, el despliegue de destructores con misiles guiados (DDG) estadounidenses en las Malvinas sería, según el autor, una herramienta de disuasión ante una posible agresión argentina. La mera presencia de unidades navales de EE.UU. podría generar un efecto de freno, al elevar exponencialmente el costo de cualquier acción hostil contra el Reino Unido.

Además, desde un punto de vista operacional, las Malvinas permitirían una proyección más rápida hacia zonas críticas como el Medio Oriente o África. El análisis recuerda que un buque partiendo desde la costa oeste de EE.UU. puede tardar casi tres semanas en llegar al Golfo Pérsico. Ante una eventual obstrucción del Canal de Suez, la posición austral del archipiélago actuaría como un nodo estratégico alternativo.

China, Brasil y el tablero sudatlántico
El texto también aborda la expansión de China en la región. En 2021, Argentina le negó el ingreso a un guardacostas estadounidense (USCGC Stone), en una muestra del creciente vínculo con Beijing, que incluye inversiones portuarias y satelitales. A esto se suma que Sudáfrica realizó maniobras navales con China y Rusia en 2023, consolidando una dinámica multilateral desafiante para los intereses occidentales.

La eventual coordinación con el Reino Unido para emplazar buques estadounidenses en las Malvinas podría contribuir a estabilizar la región, pero también podría ser percibida como una escalada o provocación por parte de Argentina y otros actores sudamericanos. Por eso, el autor sugiere que Estados Unidos debería buscar un equilibrio diplomático, manteniendo canales activos con Buenos Aires y Brasilia, sin dejar de reforzar su capacidad disuasiva.

Militarización de la región

Riesgo para el Tratado Antártico: La preocupación aumenta debido a la creciente competencia estratégica, ya que se teme que las actividades de investigación puedan encubrir objetivos de prospección de recursos como el petróleo y el gas, poniendo en peligro el Tratado Antártico de 1959 que busca preservar el continente para la paz y la ciencia.

Escenario de «feudos económicos militarizados»: Algunos análisis sugieren que la transformación de la Antártida en una zona de dominio económico y militarizado es un escenario de máxima preocupación para evitar.

Cambio climático en la Antártida

Fusión de hielo: El aumento de las temperaturas está causando un derretimiento significativo del hielo, especialmente en la Península Antártica, y la desintegración de plataformas de hielo.
Impacto en ecosistemas: La pérdida de hielo marino afecta la base de la cadena alimentaria (fitoplancton), altera los hábitats y pone en peligro especies como los pingüinos y las focas que dependen del hielo para su supervivencia, migración y reproducción.
Acidificación del océano: La absorción de dióxido de carbono está provocando la acidificación de las aguas antárticas, con consecuencias negativas para la vida marina.
Rol en el clima global: El hielo y los océanos de la Antártida juegan un papel vital en la regulación del clima global, y su deterioro podría tener implicaciones a nivel mundial.

El buque británico FPV Lilibet. Foto: Human Rights at Sea
El buque británico FPV Lilibet. Foto: Human Rights at Sea

Microbios de los glaciares derritiéndose.

Los científicos del clima afirman que muchos glaciares no sobrevivirán este siglo a menos que se tomen medidas para reducir la tasa de derretimiento causada por el cambio climático. Eso significa que quienes viven río abajo se enfrentarán a una oleada de inundaciones junto con las amenazas que plantean los microbios reactivados en una criosfera en calentamiento o en partes congeladas de la Tierra

Bacterias, hongos y virus se encuentran congelados en las capas de hielo, los glaciares y el permafrost. Si bien la mayoría están muertos, algunos están latentes y otros activos. A medida que las temperaturas globales alcancen máximos históricos, estos microorganismos se volverán más activos en muchos ecosistemas. Incluso si el derretimiento puede frenarse mitigando las emisiones de gases de efecto invernadero, es necesario evaluar y prepararse para las posibles amenazas de patógenos potenciales.

También es crucial documentar y preservar los microorganismos criosféricos, que pueden arrojar luz sobre la historia del clima y la evolución, ayudar a encontrar terapias para enfermedades y desarrollar biotecnologías innovadoras.

FUENTE: ONU News.

Sergio Stadius

Periodista en Gremios, Política. y Medios UBA - Ex jefe de Prensa del IRAM. Director Hurlingham en Movimiento y de Revista Líder.

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