SOCIEDAD LIQUIDA: Inversión en IA o marketing político?. Claves para leer el anuncio de OpenAI en Argentina.-
4 DE NOVIEMBRE DE 2025.- El reciente anuncio del gobierno para crear un mega data center en la Patagonia despierta preguntas sobre su factibilidad y fines geopolíticos.
Se ha presentado públicamente como un hito histórico la inversión millonaria en inteligencia artificial en la Patagonia y el nacimiento del proyecto Stargate Argentina. Pero en un contexto geopolítico tan cargado, la pregunta no es solo qué se promete construir, sino para quién, con qué fines y bajo qué reglas.
La noticia fue confirmada por el CEO de OpenAI, Sam Altman, tras reunirse con el presidente Javier Milei. La propuesta se ejecutará junto a Sur Energy, compañía fundada por el argentino Emiliano Kargieman, y apunta a crear una infraestructura con capacidad de albergar hasta 500 megavatios (MW) de potencia destinada al procesamiento de inteligencia artificial.
Pero, ¿qué es este tipo de tecnología? y ¿qué tipo de condiciones necesita para poder instalarse en la Patagonia? En principio, hay que decir que se necesita mucha energía y mucha refrigeración, ya que se trata de servidores enormes. Son equipos informáticos de alto rendimiento, diseñados específicamente para ejecutar cargas de trabajo complejas y masivas.
Precisamente sobre este tema se refirió al titular de la Carrera de Comunicación de la UNPA-UARG, Alfredo Fernández. “Desde el punto de vista técnico, se buscan lugares fríos con energía eléctrica cerca“, comenzó indicando a La Opinión Austral. Añadió que los procesos de estas computadoras “requieren de energía eléctrica y agua para refrigeración”. Asimismo, sostuvo que “el agua se mantiene en circuitos cerrados y se enfría, como el agua de un radiador de auto” y detalló que lugares como Países Bajos, Dinamarca, Noruega, tienen galpones enormes para datos informáticos, la famosa nube“.
Agua y energía-
Mauro Ziehlke, de la empresa Zima Tech, amplió el tema al explicar que se conjugan varias cosas en simultáneo, por un lado, el tema de la refrigeración está relacionado con el calor que liberan todas las computadoras. “Cuando se habla de grandes servidores, miles de computadoras trabajando todas juntas, el calor que liberan es grande” y dijo: “El esfuerzo que se hace para mantenerlas refrigeradas a temperaturas estándares es muchísimo, ya que en zonas más cálidas se refuerza la refrigeración, es como si tuviéramos que poner aire acondicionado todo el día“. Mientras que en zonas más frías, como la nuestra, “la temperatura promedio es más baja, así que ayuda a que sea más fácil refrigerarlas“.
Sin embargo, Ziehlke señaló que otra de las cuestiones a tener en cuenta es la energética. Una de las posibilidades es la de las energías renovables para abastecer a este tipo de emprendimientos. Recordó que había un proyecto para la Patagonia para usar los venteos de gas que realizan las empresas petroleras, que los queman por falta de uso, utilizarlos para generar energía. Remarcó que se había pensado para minar con blockchain. La otra opción es con energía eólica.

“Hay una tercera mirada muy interesante que tiene que ver con cómo venía trabajando Chile queriendo poner centros de datos en la región de Magallanes y que podamos nosotros ganarles de mano, sería muy interesante, sería medio de casualidad, pero Chile viene avanzando bastante fuerte con eso y quería ser líder en cuanto a extracción de sistemas de procesamiento de datos en la región, así que es bueno poder tomar la delantera en ese sentido”, manifestó.

Con épica y emoción se realizó la comunicación conjunta entre el coloso tecnológico mundial OpenAI, creador del ChatGPT, la empresa Sur Energy y el Gobierno argentino para desarrollar un mega datacenter de inteligencia artificial en la Patagonia. El anuncio incluyó un video de Sam Altman, el CEO de OpenAI , una de las figuras globales más influyentes en IA, en el que habla de una alianza visionaria para poner al país en la frontera del futuro digital.
Sin embargo, más allá del entusiasmo discursivo, el episodio merece una lectura crítica que contemple el contexto político, geopolítico y corporativo en el que se inscribe. Porque lo que se comunica como innovación puede, en determinados escenarios, funcionar también como una herramienta de propaganda.

ORO VOS FACIATIS.
La difusión pública de este proyecto y el aval de Altman al presidente argentino ocurrio a pocas semanas de las elecciones nacionales, Ese marco temporal convierte lo que podría ser una brillante noticia de desarrollo productivo en un gesto de legitimación política. La imagen de “innovación compartida” funciona como un aval simbólico que puede influir en percepciones públicas, más allá de los hechos concretos.
No podemos ignorar que este tipo de gestos simbólicos, aunque no constituyan técnicamente una intervención electoral, tienen efectos políticos reales: otorgan capital reputacional, especialmente cuando provienen de actores globalmente admirados.
También existen dudas sobre el socio Sur Energy, a quien Altman cataloga como una de las principales empresas energéticas del país, lo cual cuanto menos debe ser analizado con pausa. Ha trascendido que, mientras OpenAI se comprometería a comprar todo lo que se produzca en tal datacenter, lo cual no representa en realidad aporte de capital directo, Sur Energy sería la encargada de conseguir la empresa constructora de la obra de base, así como conformar el pool de financistas para el proyecto, aspectos que son precisamente los más complejos de cualquier infraestructura de este tipo.
Sin embargo, y sin desmerecer la iniciativa emprendedora, Sur Energy se trata de una empresa poco conocida y sin credenciales visibles en infraestructura tecnológica del tamaño anunciado, que aparece tomando las riendas en un proyecto descomunal. Que una compañía de perfil tan bajo se convierta de pronto en socio estratégico de un proyecto de hasta 25.000 millones de dólares plantea genuinos interrogantes sobre la estructura de esta asociación que, en honor a la transparencia, deberían ser aclarados con prontitud.
El trasfondo geopolítico: del swap con Estados Unidos a la “expulsión de China”.
El anuncio tampoco puede dejar de analizarse sin considerar el reciente swap financiero otorgado por Washington al país por unos 20.000 millones de dólares, que llega, según palabras del propio secretario del Tesoro de los Estados Unidos Scott Bessent, condicionado al “compromiso de Milei de sacar a China de la Argentina”.
Visto desde este ángulo, la inversión tecnológica podría leerse como parte de un reacomodamiento geopolítico instrumental en el que la ubicación de la infraestructura digital se convierte en instrumento de alineamiento internacional, más que en un simple y puro factor de inclusión.
Un dilema ético para OpenAI
OpenAI se presenta globalmente como una organización comprometida con desarrollar inteligencia artificial “para beneficio de la humanidad”. Esa misión, noble en su formulación, implica gran madurez y prudencia. El entusiasmo por innovar no puede justificar alianzas que, aun sin intención explícita, terminen contribuyendo a blanquear liderazgos polarizantes o inestables, en contextos políticos frágiles y de baja seguridad jurídica. Invertir no es neutral. Elogiar públicamente tampoco.
Inversiones en tecnología sí, pero con responsabilidad institucional.
El desarrollo tecnológico es bienvenido cuando se apoya en procesos transparentes, marcos regulatorios sólidos y participación plural. Pero cuando se apoya principalmente en relaciones personales, tiempos electorales y relatos emotivos, surge una pregunta inevitable: ¿Esto es construcción de futuro o marketing político con disfraz de innovación?
La Argentina necesita inversores externos, y más en tecnología. Eso no está en debate. Lo que sí debe discutirse es cómo se construyen esas alianzas: con transparencia o con opacidad, con instituciones o con atajos personales, con visión de país o con urgencia
La verdadera innovación no se mide solo en megavatios o servidores. También se mide en calidad institucional y respeto democrático. Y esa vara, incluso en tiempos de inteligencia artificial, no debe bajarse nunca.

