ColumnistasLocales

250 años del nacimiento de Manuel Belgrano : «Aceptó y cumplió con las responsabilidades que la patria le impuso».

Por Manuel Alberto Pizarro – Abogado

Nos encontramos transitando por estos años y días el bicentenario de los principales hechos, acontecimientos y vida de las personas que los protagonizaron y que constituyen la génesis de nuestra nacionalidad.

Este 2020 y en particular su mes de junio, nos presenta sobre la misma persona los hechos naturales y propios del género humano como lo es, su nacimiento y su muerte.

En efecto, hoy se cumplen los 250 años del nacimiento en la ciudad de Buenos Aires de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, tal como fue bautizado. Y el 20 de junio, se recordarán los 200 años de su fallecimiento.

Releer la historia del general Manuel Belgrano de inmediato nos traslada a considerar al mismo desde la faceta de los acontecimientos históricos fundantes de nuestra Nación, y así se nos presenta de modo relativamente fácil a nuestra memoria lo que fue sin dudas su mayor obra y legado: la creación de la Bandera nacional como símbolo de la nueva nación y guía de sus tropas.

En este artículo no se reflejan aspectos y datos históricos de los más conocidos del prócer, sino aquellos que siendo poco conocidos componen el eje del título de estas reflexiones: el prócer como nadie representa la vida y el sentimiento de un revolucionario.

Su principal desvelo fue el buscar siempre la concreción de esas ideas, y esa lucha guió toda su vida.

Belgrano en ese camino aceptó y tomó riesgos, y en el lenguaje corriente de hoy, sin lugar a dudas se jugó a suerte y verdad por aquellas ideas.

Muestra de ello fueron sin dudas las primeras diferencias que tuvo con sus propios padres, ya que fue enviado a España cuando contaba con 16 años junto a su hermano a estudiar leyes, y así cumpliendo los designios familiares obtuvo su licenciatura en Derecho en Valladolid. Sin embargo, no se doctoró tal cual el mandato familiar, pues como el mismo escribió en 1815: “… confieso que mi aplicación no la contraje tanto en la carrera (de las leyes) que había ido a emprender, como el estudio de los idiomas vivos, de la economía política y el derecho público…”.

Posteriormente fue nombrado secretario perpetuo del Consulado de Buenos Aires, y por ende se convirtió en funcionario de la corona, con un detalle no menor: era criollo.

A los 24 años y ya en su cargo en el Consulado se encuentra enfrentado en sus principios con los miembros del mismo, tal es así que según escribió el propio Manuel Belgrano: “… los hombres nombrados por el Rey para la junta eran todos comerciantes españoles que debían fomentar la agricultura, industria, y comercio y la prosperidad del virreinato pero que no sabían más que de su comercio monopolista y compraban por cuatro para vender por ocho…”.

Desafió esos intereses y expuso sus ideas acerca de un novel liberalismo económico, basadas en la lectura de los principios de Adam Smith, su oposición al monopolio comercial del virreinato y a su consecuencia natural, el contrabando. Su pensamiento formado en la fisiocracia lo lleva a considerar el fomento de la agricultura y la defensa de los labradores, como así también a delinear los primeros vestigios de las manufacturas y artesanías que alentó desde su cargo.

Otro de los caminos que recorrió fue sin lugar a dudas el periodismo. Desde su cargo en el consulado apoyó y escribió artículos en los dos periódicos de Buenos Aires, “El Telégrafo Mercantil” y “El Seminario de Agricultura, Comercio e Industria”. Ya en tiempos de la Primera Junta de gobierno, Belgrano fundó “El Correo de Comercio” y además fue un colaborador permanente de la “Gazeta de Buenos Aires”, fundada por Mariano Moreno.

Sus ideas revolucionarias sin titubeos las vierte en el artículo de su autoría publicado el 11 de agosto de 1810 en el Correo de Comercio: “… La libertad de prensa no es otra cosa que una facultad de escribir y publicar lo que uno piensa… es tan justa esa facultad como es la de pensar y hablar y es tan injusto oprimirla como lo sería el tener atados los entendimientos, las lenguas, las manos o los pies a todos los ciudadanos…”.

La educación como base de la prosperidad fue su principal desvelo pero esta no iba a ser una tarea sencilla y allí nuevamente se enfrentó a las concepciones más conservadoras, pues en esos años la realidad colonial mostraba sus más férreas restricciones a la educación con tinte popular.

Recuérdese que en Buenos Aires y en el resto del virreinato sólo 20% de la población sabía leer y escribir, la educación se centraba en pocas escuelas coloniales y se completaba a través de enseñanzas particulares.

La idea de Belgrano en el campo educativo se basaba en tres vértices fundamentales: gratuidad, calidad y cantidad de escuelas.

Muestra de sus ideas de avanzada y que escandalizaban a la mayoría de sus contemporáneos fue la importancia que le asignó a la educación de las mujeres. En este campo su tarea tampoco iba a resultar sencilla, ya que por solo dar un ejemplo de lo difícil que era convencer de la necesidad de la educación de la mujer en una sociedad como la del siglo XVIII y principios del XIX, es que la mujer no tenía ni siquiera derecho a salir sola a caminar por las calles de la ciudad ya que debía hacerlo acompañada de su esposo, madre o padre y a la luz del día, pues era visto como falta de moralidad que los magistrados no podían ni debían tolerar según disponían las reales ordenanzas.

Es en esa sociedad y época que Belgrano, con una clara concepción de la igualdad y dignidad de las mujeres, desafía esa realidad e intenta cambiarla desde la educación logrando que se aprueben los permisos para que las niñas asistan a clases y reciban conocimientos de matemáticas, historia y dibujo, pudiendo a la vez asistir a talleres de costura y bordado.

Sus triunfos en las batallas de Tucumán y Salta le depararon un premio de 40.000 pesos fuertes que le otorgó la Asamblea del Año XIII, y decidió donarlos para la creación de cuatro escuelas a construirse en Tucumán, Santiago del Estero, Tarija y Jujuy, redactando el reglamento de esas escuelas y así dispuso: “El maestro procurará con su conducta, y en todas sus expresiones y modos, inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la religión, consideración y dulzura en el trato, sentimiento de honor, inclinación al trabajo…. y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de Americano que la de extranjero”.

Es interesante reflexionar acerca de lo acontecido con la donación que hiciera Belgrano para la creación de la escuela de Jujuy. Ubicada en Campo Verde, a 3 kilómetros de San Salvador de Jujuy, lleva el nombre “Legado Belgraniano” y fue inaugurada recién en 2004. La piedra fundamental había sido colocada por Belgrano un 31 de marzo de 1813.

Cuando repasamos su vida, observamos que de los 50 años que vivió, 40 años transcurrieron bajo la órbita de la corona española y sus últimos diez años como un indiscutible protagonista de la revolución, no encontramos en él a un hombre que fue animado por ansias de gloria personal. Por el contrario encontramos a alguien que aceptó y cumplió con las responsabilidades que la patria le impuso, muriendo en la más absoluta pobreza.

Las ideas de Belgrano constituyen los pilares y el camino trazado de nuestra nación, es por ello que existe en nuestro pueblo el agradecimiento eterno a su lucha, a su humildad y a su patriotismo.

Sergio Stadius

Periodista en Gremios, Política. y Medios UBA - Ex jefe de Prensa del IRAM. Director Hurlingham en Movimiento y de Revista Líder.

Deja un comentario